viernes, 6 de diciembre de 2013

DAR CON EL CORAZÓN



Dar con el corazon...

Una vez un mendigo que estaba tendido al lado de la calle vio a lo lejos venir al rey con su corona y su capa. Pensó:
- "Le voy a pedir, él es un buen hombre, de seguro me dará algo".
Cuando el rey pasó cerca, le dijo:
- "Majestad, ¿me podría, por favor, regalar una moneda?" (... aunque en su interior pensaba que él le iba a dar mucho).
El rey le miró y le respondió:
- "¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu rey?"

El mendigo no sabía que responder y sólo atinó a balbucear:
- "¡Pero, Majestad...yo no tengo nada!".

El rey contestó:
- "¡Algo debes tener!... ¡Busca!".
Entre asombro y enojo, el mendigo buscó entre sus cosas y vio que tenía una naranja, un bollo de pan y unos granos de arroz. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darlos, así que en medio de su enojo tomó 5 granos de arroz y se los dió al rey.
Complacido, él dijo:
- "¡Ves como sí tenías!".
Y le dio 5 monedas de oro, una por cada grano de arroz.
El mendigo dijo entonces:
- "Majestad... creo que por aquí tengo otras cosas...".
Pero el rey lo miró fijamente a los ojos y, con dulzura, le comentó:
- "Solamente de lo que me has dado de corazón, te puedo yo dar".

Moraleja: Es fácil en esta historia reconocer el acto de dar y recibir. ¿Cuántas veces en nuestras acciones, que decimos son de servicio, entran en juego el egoísmo y nuestros propios intereses? ¿Cuántas veces realizamos un favor sólo pensando en el beneficio personal que nos reportará? Demos de corazón, sin calcular, sin sacar cuentas, sin pensar en lo que recibiremos a cambio... y la mayor ganancia será la felicidad que sentiremos al dar.

SAN JOSÉ Y EL ADVIENTO



SAN JOSÉ Y EL ADVIENTO

Hombre de corazón universal, San José, paradigma de la nueva humanidad, anticipo de la vida escatológica: la realización de las promesas del Reino de Dios, ya aquí en la tierra "serán como ángeles". Este hombre sabio y trabajador fue uno de aquellos creyentes que se preparó con mucha fe y amor a la venida del Mesías. Sin saberlo era el predestinado por Dios Padre para ser su representante aquí en la tierra. José como esposo de la Virgen María fue le "verdadero" padre de Jesús, el Salvador. 

Este privilegio se dio por su obediencia y su mucha fe. Su corazón estaba preparado para asumir cualquier reto de la vida, siempre con la frente en alta y con la conciencia limpia. José es el paradigma de hombre de Adviento, el hombre de la esperanza dichosa y gozosa, el hombre responsable y fiel. Caminó contra toda esperanza, miró al futuro contra todo fe, por eso es el verdadero MODELO DE FE Y ESPERANZA. 

Una mirada a la figura de San José nos ayudará a vivir este TIEMPO DE ADVIENTO CON MAYOR SERIEDAD, Prepararnos a la NAVIDAD y también a la PARUSÍA. San José, hombre del Adviento,ruega por nosotros 

(P. Marcos, osj)

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LA GRANDEZA DE LO PEQUEÑOS

Autor: H. Christian David Garrido F. L.C. | Fuente: Catholic.net
La grandeza de lo pequeño
Un par de peregrinos tocarán a la puerta de nuestro corazón pidiendo un lugar para que el Hijo de Dios pueda nacer.




La grandeza de lo pequeño
En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: « Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. »
Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: « ¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.
 (Lc. 10. 21-24)

“Yo te alabo, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y las revelaste a los pequeños.”Estas palabras encierran un misterio y una paradoja para la lógica humana. Los más grandes acontecimientos de su vida, Cristo no los quiso revelar a quienes, según el mundo, son “los sabios y prudentes”. Él tiene una manera diferente para calificar a los hombres.

Para Dios no existen los instruidos y los iletrados, los fuertes y los débiles, los conocedores y los ignorantes. No busca a las personas más capaces de la tierra para darse a conocer, sino a las más pequeñas, pues sólo estas poseen la única sabiduría que tiene valor: la humildad.

Las almas humildes son aquellas que saben descubrir la mano amorosa de Dios en todos los momentos de su vida, y que con amor y resignación se abandonan con todas sus fuerzas a la Providencia divina, conscientes de que son hijos amados de Dios y que jamás se verán defraudadas por Él. La humildad es la llave maestra que abre la puerta de los secretos de Dios. Es la gran ciencia que nos permite conocerle y amarle como Padre, como Hermano, como Amigo.

El adviento es tiempo de preparación, un momento fuerte de ajuste en nuestras vidas. Esforcémonos, pues, por ser almas sencillas, almas humildes que sean la alegría y la recreación de Dios. Cristo niño volverá a nacer en medio de la más profunda humildad como lo hiciera hace más de dos mil años. Un par de peregrinos tocarán a la puerta de nuestro corazón pidiendo un lugar para que el Hijo de Dios pueda nacer. ¿Cómo podremos negarle nuestro corazón a Dios, que nos pide un corazón humilde y sencillo en el cual pueda nacer?


“Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven, porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y oír lo que oyen, y no lo oyeron.” 




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  • H. Christian David Garrido F. L.C. 
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