lunes, 2 de diciembre de 2013

SEÑOR, QUE CASA NO HALLASTE ....


SEÑOR, QUE CASA NO HALLASTE

Señor que casa no hallaste cuando naciste en Belén
hoy te ofrezco la mía, mi casa será Belén.

Tú que eres luz y eres vida, ven a mi vida otra vez
y te cuidaré como te cuidó María, como te cuidó José.

Mi casa será Belén, si vive mi puerta abierta
y si mi mente está alerta, al resplandor de la fe.

La fe que tuvo María, la fe que tuvo José
Mi casa será Belén si doy mi llave a los pobres
y si sé amar a los hombres con el amor de tu ley.

Igual que amaba María, Igual que amaba José.

Cuando te llevan al templo para cumplir con la ley
te ofreciste al Padre y yo te ofrezco también
yo te ofrezco hoy mi vida junto a María
y mi amor junto a José .

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EMPEZAR A PREPARARNOS PARA NAVIDAD Y LA VIDA ETERNA

Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
Empezar a prepararnos para Navidad y la vida eterna...
Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras y pensemos más en los bienes eternos.
 
Empezar a prepararnos para Navidad y la vida eterna...
Estamos en tiempo de Adviento Es el tiempo santo de preparación que la Iglesia Católica celebra desde el principio de los cuatro domingos anteriores a la Navidad.

Siempre que vamos a tener un gran acontecimiento en nuestras vidas, nos preparamos. Así se preparaban en los tiempos antiguos para la llegada del MESÍAS.

Así nosotros hemos de prepararnos para esta Nochebuena, para esta Navidad en que celebraremos la llegada del Niño-Dios.

Esto es una conmemoración pero también se nos pide una preparación muy especial para la segunda llegada de Jesucristo como Supremo Juez, también llamada Parusía en la que daremos cuenta del provecho que hayamos sacado de su Nacimiento y de su muerte de Cruz.

El día en que hemos de morir es el acontecimiento más grande e importante para el ser humano. No resulta agradable hablar de ello ni pensar en esto. Tal vez por ser lo único cierto que hay en nuestra vida: la muerte. Es más agradable quedarnos en la fiesta, en la alegría de una hermosa Navidad.

Pero no olvidemos que este episodio ya fue. El otro está por venir. Aún no llega, pero... llegará. Velen, pues, y hagan oración continuamente para que puedan comparecer seguros ante el Hijo del Hombre Juan 21, 25-28,34-36. Estas son las palabras de Jesús a sus discípulos, en aquellos tiempos y nos las está repitiendo continuamente en nuestro presente.

Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras y pensemos más en los bienes eternos. ¿Quién podrá comparecer seguro ante el Hijo del Hombre? Tan solo el pensamiento de este Juicio nos hace estremecer.

Pero recobremos la esperanza sabiendo que seremos juzgados con gran misericordia y amor si en este tiempo de Adviento nos preparamos rebosante de amor mutuo y hacia los demás como dice San Pablo en su carta a los tesalonicenses, porque tuve sed y me disteis de beber, porque tuve hambre y me disteis de comer...

Pensemos en los demás. Olvidemos en este tiempo de Adviento nuestro "pequeño mundo" y volvamos los ojos a los que nos necesitan, a los que nada tienen, a los que podemos hacer felices dándoles nuestra compañía, nuestro amor y apoyo, una palabra de ternura y aliento, una sonrisa... Siempre está en nuestra mano hacer dichoso a un semejante. Solo así podremos estar seguros ante la presencia y el Juicio de Nuestro Señor Jesucristo que lleno de amor y misericordia unirá a nuestras pobres acciones los méritos de su pasión y muerte.



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